[ESTANCADOS]
Han transcurrido ya casi 5 meses desde que, un 15 de febrero, una manifestación en una comisaría de Bengasi provocara el estallido de una revuelta popular en tierras libias, y con una marcada inspiración con los hechos que llevaron al derrocamiento de Ben Alí y Hosni Mubarak en los vecinos Túnez y Egipto. Sin embargo, y a pesar de la intervención armada de la OTAN, amparada en la resolución 1973/2011 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con apoyo aéreo y táctico a los rebeldes libios, no han sido capaces de imponerse contra las tropas leales a Muamar Gaddafi, siendo prácticamente nulos los avances de ambos bandos en pro de asegurarse el control total del país, y manteniendo los rebeldes libios al este de Libia como su bastión mientras que Gaddafi sigue controlando la zona oeste alrededor de la capital Trípoli.
Divisiones e inexperiencia
Si hubo un antes y un después en la intervención militar en Libia, fue cuando se traspasó el mando de la operación de los EEUU a la OTAN. Durante los pocos días que los norteamericanos estuvieron comandando el despliegue aéreo y el bombardeo quirúrgico de objetivos claves, los rebeldes libios lograron importantes avances en el terreno. Una vez que se retiran los norteamericanos, fundamentalmente debido a la postura antibélica del presidente Obama, y comienza la OTAN a liderar el apoyo a los rebeldes, sin embargo, al no tener tropas terrestres desplegadas y con la inexperiencia de los rebeldes libios, en su mayoría civiles que están aprendiendo el oficio de la guerra desde el terreno, se encuentran en un permanente estira y encoge, de avances y retrocesos frente a las fuerzas leales a Gaddafi. Al día de hoy, con los rebeldes luchando en 3 frentes de guerra distintos, que les impiden avanzar decisivamente sobre Trípoli, y el aumento de las diferencias entre los miembros de la OTAN por los costos y la duración de la operación militar, hace que se incrementen las presiones por una salida negociada al conflicto.
Negociaciones y fricciones
Ciertamente hemos entrado en una fase del conflicto en el que han aumentado las presiones para lograr alcanzar una solución negociada. Y es que muchos temen que un prolongamiento excesivo de los enfrentamientos convierta en un Estado fallido similar a Somalia, con el riesgo añadido de que existe la posibilidad que la célula de Al Qaeda que opera en el Magreb, logre apoderarse de parte del arsenal bélico del ejército de Gaddafi. En ese sentido, el presidente sudafricano Jacob Zuma ha encabezado una iniciativa que promueve un alto al fuego y una plan de mediación con la Unión Africana y las Naciones Unidas, que incluya la presencia de fuerzas de paz y la no participación de Gaddafi en las negociaciones. Asimismo representantes del gobierno libio han admitido que han sostenido conversaciones de paz con los rebeldes, mientras que estos últimos también han admitido la posibilidad de un cese de hostilidades condicionado a la entrega del poder por parte del líder libio. Al tiempo que ocurre esto, las fricciones entre la OTAN y Rusia, recién reconciliadas tras la cumbre de Lisboa el año pasado, han aumentado, debido a que Moscú acusa a la OTAN de sobrepasar el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU con los bombardeos aéreos, el apoyo logístico y el respaldo diplomático brindado a los rebeldes.
Avances diplomáticos de los rebeldes
La Corte Penal Internacional: un jarrón chino
El 27 de junio la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto internacional contra Muamar Gaddafi, su hijo Saif Al Islam y el jefe de inteligencia libio, su cuñado Abdulá Al Senoussi por crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, el 30 de junio y el 1 de julio, la Unión Africana celebró una cumbre de Jefes de Estado y Gobierno en la que decidieron no acatar el llamado de la CPI de arrestar a Gaddafi por considerar que complica los esfuerzos para buscar una solución pacífica al conflicto. Por su parte los rebeldes libios han manifestado que no desean ningún tipo de intromisión extranjera con motivo de dicha orden captura. Esto, más lo que ocurre con la orden de captura contra el presidente de Sudán, Omar Al Bashir, por el genocidio cometido en Darfur, pero que aún permanece libre, en su cargo y en los viajes internacionales que ha realizado no ha sido detenido, es una muestra que no hay verdadera disposición a acatar la jurisdicción de la CPI por parte de los estados firmantes del Estatuto de Roma, convirtiéndola en un verdadero jarrón chino.
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