[CONSTRUCCIÓN]
Desde el nacimiento de Sudán como república independiente en 1956, heredó un grave problema que es común a muchos países africanos producto de las divisiones artificiales de estos territorios hechas por las metrópolis europeas durante siglos de colonización y que ignoraban las complejas divisiones tribales, étnicas y religiosas de África, lo cual es el origen de muchos de los conflictos armados que allí han tenido lugar.
El origen y el fin del conflicto entre Norte y Sur
En el caso específico que nos ocupa hoy, Sudán formó parte de las colonias británicas, con predominancia de la religión islámica en el árido norte y con fuerte presencia cristiana y aminista en el verde sur. Tras la independencia, las tensiones entre sur y norte no tardaron en florecer, estallando la Primera Guerra Civil Sudanesa, la cual terminaría en 1972 con el protocolo de Adis Abeba, que otorgaría autonomía al sur durante 10 años, hasta la llegada del presidente Yaffar al-Numeiry quien establecería la república islámica y la implantación de la sharia a todo el país, provocando el estallido de la Segunda Guerra Civil sudanesa. Tras años de sangrientos conflictos entre el gobierno sudanés y el Ejército para la Liberación del Pueblo de Sudán en 2005 se firmaría un nuevo acuerdo de paz en el que se contempló el restablecimiento del gobierno autónomo de Sudán del Sur por un lapso de 6 años, transcurrido el cual se realizaría un referendo sobre su secesión. El referendo, realizado en enero de este año, fue aprobado con un contundente 98,83% de los votos. Tras conocerse los resultados, y con presión norteamericana, el gobierno de Omar Al Bashir, aceptó la división del país.
Los deseos y los retos
La Constitución de la nueva República de Sudán del Sur, con una clara influencia sudafricana, firmada por el presidente Salva Kiir en la ceremonia de la independencia, establece que este país será una república democrática, multiétnica, multicultural, multilingüe, multirreligiosa y multirracial, en la que el Estado estará separado de la Iglesia y donde se garantizará la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Asimismo ha recibido el reconocimiento como Estado independiente de numerosos países, siendo los primeros en establecer delegaciones diplomáticas en Juba, la capital, Noruega, El Vaticano y EEUU. Sin embargo, tras el natural júbilo, queda claro que se cerró un capítulo en el compromiso de Occidente en lograr una resolución al conflicto sudanés tras la paz de 2005, pero comienza otro, destinado a lograr la viabilidad del nuevo Estado y garantizar su supervivencia. Sudán del Sur comienza prácticamente desde cero, sin carreteras, escuelas, hospitales y personal calificado, pero con armas, jóvenes desempleados y divisiones tribales en abundancia. La esperanza de hacer viable al naciente Estado se centra en su potencial económico, el cual descansa en una producción petrolera de casi 500 mil barriles diarios (con posibilidades de incrementarse) y bastas tierras fértiles que disponen de abundantes recursos hídricos. Para ello requiere, además del desarrollo de las infraestructuras mínimas que requiere cualquier país, romper con la dependencia del norte para el procesamiento de petróleo, para lo que necesariamente tiene que abrirse a la inversión extranjera. Sin embargo esto será imposible en la medida en que la inseguridad no disminuya y no desaparezcan signos preocupantes de violencia política. Sólo este año ha habido 1800 asesinatos y el 7 de julio, a sólo dos días de la Independencia, 8 miembros de un pequeño bloque opositor dentro del parlamento fueron detenidos y golpeados.
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