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[RENOVACIÓN]
Los nuevos integrantes de
la cúpula del poder en el gigante asiático reciben una nación consolidada como
potencia mundial y principal desafiante al poder hegemónico de EEUU en la
postguerra fría. Sin embargo, los retos se presentan a lo interno: convertir el
crecimiento económico en reducción de la pobreza, combatir la corrupción y
mantener la legitimidad de un sistema político no democrático.
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Vista general de los
asistentes al XVIII Congreso del Partido Comunista de China, que concluyó el
pasado martes en Beijing con el nombramiento de un nuevo Comité Central.
Tras más de una semana de
reuniones de trabajo e intensas discusiones, los dos mil doscientos delegados
presentes en el XVIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), en
representación de sus 84 millones de militantes, aprobaron la composición final
del Comité Central del PCCh, compuesto por 200 personas, quienes escogerán de
su seno las 25 personas que conformarán el Buró Político del partido y su
comité permanente de 7 miembros, núcleo duro del próximo gobierno de China, el
cual será encabezado por el nuevo Secretario General del PCCh, el actual
Vicepresidente Xi Jinping, quien asumirá como Jefe de Estado en el mes de
marzo.
Una
nueva generación accede al poder con grandes retos por delante
Cada 5 años se celebra el
Congreso del PCCh. Pero es cada 10 años cuando se producen cambios
generacionales en la dirección del partido y en el liderazgo chino, tal como
ocurrió esta semana al clausurarse su edición número XVIII. Cada década, según
la tradición política imperante en China, un grupo selecto de funcionarios,
denominados “los príncipes”, por trabajar como las manos derechas de los
dirigentes salientes, son los que asumen las riendas del país. En ese sentido,
al actual Presidente y Secretario General del PCCh, Hu Jintao, y al actual
Primer Ministro, Wen Jiabao, les sucederán en sus cargos Xi Jinping, actual
Vicepresidente, y Li Keqiang, actual Viceprimer Ministro. La nueva dirigencia
del PCCh tiene por delante el reto de adelantar con urgencia una serie de
reformas económicas, políticas y sociales que eviten el estallido de una crisis
que pueda socavar la legitimidad del sistema político chino, pero a la vez
evitar que dicha reforma no provoque el rechazo de los distintos grupos de
poder y las facciones que cohabitan dentro del PCCh.
Vencer
la desigualdad interna
Desde la década de 1980,
tras el ascenso de Deng Xiaoping al poder, y su apertura al capitalismo, China
ha vivido el mayor progreso de su historia, gracias a un crecimiento económico
de 10% anual, lo que le permitió sacar a más de 500 millones de personas de la
pobreza y convertirse en la segunda mayor economía del mundo. Sin embargo, eso
causó que se convirtiera en una de las sociedades más desiguales del planeta.
Así como es el segundo país de la Tierra, después de EEUU, con más
multimillonarios, también tiene a más de 468 millones de personas viviendo con
menos de dos dólares diarios. Hacer universales servicios públicos como la
salud y la educación, y fomentar que la riqueza generada por el crecimiento
económico permee realmente desde las grandes ciudades industriales de la costa
hacia el interior rural del país es el gran reto de esta nueva generación de
dirigentes chinos que ascenderá al poder, si quieren garantizar la
supervivencia del régimen político, el cual está cada vez más acosado por la
creciente inestabilidad social de las regiones del interior de país, castigadas
por la pobreza y la corrupción.
Convencer
a los vecinos y al mundo que el ascenso realmente es pacífico
Por muy grande y robusta
que sea una economía, para que una nación sea calificada como potencia mundial
necesita adicionalmente estar en la capacidad de exportar seguridad, y para eso
se requiere de fuerza militar. En Beijing están conscientes de esto, por lo que
se han valido de su crecimiento económico y de sus avances tecnológicos para
modernizar a paso acelerado su ejército. Y aunque China insista en su tesis de
su “ascenso pacífico” como potencia mundial, sus vecinos y otros países del
mundo, especialmente EEUU, parecen no creerle mucho, más cuando cuenta con el
ejército más grande del mundo – 2,2 millones de soldados y 800 mil reservistas
– , aumenta anualmente y de manera constante en dos dígitos su presupuesto
militar, a lo que le sumamos que ya lanzó al mar su primer portaaviones,
desarrolló su primer avión caza invisible al radar, incrementó su disputas
territoriales y marítimas con sus vecinos, y diseñó una política exterior
agresiva destinada a ampliar su influencia en el mundo, especialmente entre los
países en vías de desarrollo. Este contexto a forzado a EEUU a reforzar su
cooperación con las naciones del Pacífico para desarrollar una política de
contención al ascenso chino, el cual amenaza su posición de dominio en el
sistema internacional de la postguerra fría, por lo que es previsible que en
pocos años el centro de poder del mundo pase de estar alrededor del Océano
Atlántico, donde se ha mantenido desde los viajes del Descubrimiento de
Cristóbal Colón, para trasladarse a las costas del Océano Pacífico.
Xi
Jinping encabeza una generación formada en Occidente
Quien será el nuevo líder
de China, Xi Jinping, sufrió en carne propia las persecuciones de la Revolución
Cultural de Mao Tse Tung. En ese época fue forzado a trabajar en el campo,
mientras sus padres eran encarcelados, todo debido a ser acusados de
contrarrevolucionarios y desviados al capitalismo. Ocho veces intentó
convertirse en militante del Partido Comunista de manera infructuosa,
resultando admitido en la novena ocasión, en el año de 1974, mientras su padre
continuaba en prisión. Y es que para sobrevivir y ascender en la China de Mao,
tenía que ser rojo rojito, así eso implicara traicionar a sus seres queridos.
Cuando Deng Xiaoping llega al poder en la década de 1980, los hijos de aquellos
dirigentes perseguidos por Mao Tse Tung, entre los que se encontraba Jinping,
tuvieron la oportunidad de formarse en las mejores universidades occidentales,
creando una generación que en los últimos años ha accedido a importantes cargos
dentro del PCCh, el Estado, las regiones y ciudades, bancos y empresas, y que
gracias a Xi Jinping se encumbrará en la cúspide del poder político. Jinping,
ingeniero químico con doctorado en teoría marxista, también se formó como
especialista en sistemas agrícolas en EEUU. Cuando regresó de EEUU, se alejó de
Beijing y de los viejos dirigentes para integrar el gobierno en tres regiones
costeras: Hebei (1982-85), Fujian (1985-2002) y Zhejiang (2002-07). En esta
última región ganó fama de luchador contra la corrupción, lo que le permitió
alcanzar primero la Secretaría General del PCCh en Shanghai, para
posteriormente sorprender en 2007 al resultar electo como uno de los nueve
miembros que integrarían el Comité Permanente del Buró Político del PCCh a
nivel nacional, convirtiéndose en Vicepresidente de China al año siguiente.
Está casado con la cantante de ópera más famosa de China, Peng Liyuan, quien es
mucho más conocida en el país que él, por que recientemente el PCCh le sugirió
a Liyuan que bajara su perfil y no compitiera en notoriedad con su esposo.
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