Se abren las apuestas
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[INTRIGA]
El nombramiento de María Gabriela Chávez como
representante alterna de Venezuela ante la ONU nos tomó a todos por sorpresa. Y
aunque varias han sido las especulaciones respecto a las razones que motivaron
este nombramiento, el objetivo parece ser claro: la preparan para que tome las
riendas de la revolución bolivariana.
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El pasado jueves 14 de agosto los
venezolanos fuimos sorprendidos con una noticia inesperada. Ese día el
canciller Elías Jaua le anunció al país la designación de María Gabriela
Chávez, hija del fallecido ex Presidente Hugo Chávez, como representante
alterna de nuestro país ante la Organización de Naciones Unidas. Esta
designación generó las más diversas reacciones, siendo la más común de ellas la
del rechazo a su nombramiento por la falta de preparación académica y
experiencia profesional para asumir un cargo de tanta relevancia (es TSU en
Comunicación Social, y excepto su desempeño como Primera Dama, no se le conoce
otra experiencia laboral), y que simplemente revela como tras 15 años del
chavismo en el poder, la carrera diplomática en Venezuela ha sido destruida por
completo, convirtiendo a las representaciones diplomáticas y consulares en oficinas
de propaganda del PSUV, y en destinos para premiar lealtades políticas y
otorgar exilios dorados a ex ministros y militares en situación de retiro.
Al día siguiente de su nombramiento, algunos
analistas
y dirigentes
políticos indicaron que dicho nombramiento era para brindarle protección a
María Gabriela Chávez a través de la figura de la inmunidad diplomática, debido
a que ella se encuentra vinculada a un escándalo
de corrupción en la compra-venta de arroz con sobreprecio en Argentina. Sin
embargo esta hipótesis puede desecharse rápidamente por dos razones: primero en
Venezuela no existe separación de poderes, por lo que es sumamente improbable
(por no decir imposible), que la Fiscalía y algún tribunal venezolano se
aventuren a abrir una investigación que termine en una acusación que la lleve a
la cárcel; y segundo porque los gobiernos de Venezuela y Argentina son aliados,
no sólo ideológicos, sino de negocios, y la nación austral, al menos mientras
el kirchnerismo esté en el poder, hará todo lo posible para evitar un escándalo
que dañe las estrechas relaciones políticas y comerciales entre ambos países.
Luego del divorcio de
Hugo Chávez de María Isabel Rodríguez, fue María Gabriela Chávez quien ejerció,
desde 2004 y hasta que su padre partió para La Habana en diciembre de 2012, el
rol de Primera Dama, acompañándolo y estando a su lado en innumerables eventos
nacionales y siendo siempre, junto con Nicolás Maduro, su acompañante fija a
todas las giras internacionales que emprendió durante esos ocho años, siendo
obvio que se trataba de un proceso de preparación para que ella asumiera la
responsabilidad de continuar el legado político de su padre en algún momento,
tal como hizo Alberto Fujimori con su hija Keiko en el Perú. Del mismo modo, después
de acompañar a su padre durante toda su convalecencia en La Habana, donde
seguramente mantuvo estrechísimo contacto con el alto mando del gobierno
cubano, hay
que recordar el papel protagónico que ejerció el último día de los funerales de
su difunto padre, marcando la diferencia con lo ocurrido en días anteriores,
tanto en la sobriedad del acto protocolar, como en la del discurso que ofreció
en nombre de toda la familia.
Tras finalizar los funerales de Estado
y celebrarse las nuevas elecciones presidenciales, ocurrió un hecho, que podría
parecer pequeño, pero cargado de simbolismo: al asumir Nicolás Maduro la
Presidencia de la República, fue
María Gabriela Chávez quien, junto con Diosdado Cabello, Presidente de la
Asamblea Nacional, le impone la banda presidencial. A partir de ese momento
mantendría un muy bajo perfil en la arena política, el cual sería roto con una
sorpresiva aparición suya junto a Fidel Castro en La Habana, con quien se
habría reunido aproximadamente 3 horas. Es mucho lo que pudo hablar con una
figura como Fidel durante tanto tiempo, quien además consideraba a su difunto papá,
no sólo como un discípulo aventajado, sino que además Hugo Chávez lo trataba
como a un padre.
Por otra parte, para nadie es un
secreto que la actuación de Venezuela dentro del sistema de Naciones Unidas, al
igual que en otras áreas del quehacer nacional, se desarrolla al ritmo que toca
y marca Cuba, por lo que si María Gabriela Chávez fue designada como
representante alterna allí, es por orden directa de La Habana, y tiene como
propósito continuar con el entrenamiento que viene recibiendo para asumir la
vanguardia de la revolución bolivariana y conquistar el poder político de Venezuela
cuando sea necesario.
Su nombramiento en la
ONU, en primer lugar, es el primer cargo verdaderamente relevante en el que es
designada, y puede asumirse como una especie de pasantía o de práctica
profesional antes de asumir roles políticos más destacados. Al principio,
trabajaría a la sombra del representante principal ante el organismo, Samuel
Moncada, aprendiendo las maneras de desenvolverse en el mundo diplomático, para
posteriormente, en vista de los múltiples comités de la ONU donde participa
Venezuela, Chávez pudiese sustituir a Moncada y así, siempre bajo el tutelaje
de los cubanos pulir sus habilidades en oratoria, negociación y diplomacia.
Esto serviría adicionalmente como preparación para lo que podría ser su rol más
destacado: representar a Venezuela en el Consejo de Seguridad, ya
que es muy probable que resulte electa como representante del Grupo de América
Latina y el Caribe (GRULAC) el próximo mes de octubre para el período 2015-2016.
¿Qué mejor estrategia de marketing para María Gabriela Chávez hacia lo interno
del chavismo que estar sentada en la Presidencia del Consejo de Seguridad de la
ONU oponiéndose, de la mano de Rusia y China, estrechos aliados del régimen a
alguna propuesta impulsada por los Estados Unidos, el archienemigo del régimen?
Aunque el chavismo es un proyecto
político hegemónico con aspiraciones totalitarias, que se vale de los
mecanismos e instituciones de la democracia para destruirla y cuenta con
amplios mecanismos de control y coerción social sobre la población, también
tiene, como todo movimiento totalitario toda una característica carga de
simbología que raya en lo religioso. Es por ello que a la hija consentida del
denominado “comandante supremo y eterno”, la destinada a continuar el legado
político de su padre, no podía ser designada en un cargo de menor importancia
que ese. Se trata de abultarle el currículo político para que después pueda dar
el salto a un cargo de mucha mayor relevancia como podría ser la Cancillería, antes
de asumir la vanguardia política del régimen, ante el cada vez mayor descalabro
de Nicolás Maduro, quien parece no poder llenar el vacío político dejado por
Chávez y evitar el ascenso de figuras alternas como Diosdado Cabello, Elías
Jaua o Jorge Arreaza, odiados o con poca simpatía y carisma entre las bases del
chavismo, o generan desconfianza para La Habana según sea el caso. Y aunque muchos
no vean ahorita con claridad que el objetivo es el relevo en el mando de la
revolución, en 2018, o quizás antes, tengan más claro el panorama.